sábado, 5 de julio de 2014

Crónica de una inspiración que va y viene

Muchas cosas empiezan con una hoja en blanco y una canción bonita. En cierto momento sientes que algo te inunda, aunque en mi caso nunca logro distinguir si se trata de inspiración o una consecuencia directa de la música que sale de los auriculares (la cual es proporcional a la emotividad que esta desprenda).
En estos casos, lo mejor es tener a mano tu propia medicina. Y no hablo de productos químicos que se deslizan amargamente por nuestras gargantas, sino una puerta de escape tan personal como intangible.
Lo malo de esta salida es que la raza humana es tan estúpida que cae en la tentación de echar la llave en algun punto cúspide de sus vidas para después tirarla a un río metafórico de profundidad infinita, en un acto que está, aunque rebose romanticismo, lleno de desconocimiento.
Lo bueno es que hay momentos en los que la voz que llevamos siempre con nosotros, esa que se siente pequeña, ignorada, insignificante, inútil... resurge. Sin más. Es fácil saberlo porque tu escala de necesidades se reduce a dejar que fluya como si consistiera en poesía, tres o cuatro notas de piano que se repiten, y al mismo tiempo dan la sensación de ser diferentes. Sin restricciones, censuras, puntos ni comas, tropezones, correcciones... llenas de ti.

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