Qué diferente es este otoño, comparado con el año pasado.
Hay menos hojas en el suelo pisadas, mojadas, rotas.
Y eso que los árboles siguen desnudos.
Cuántas cosas cambian de un invierno a otro.
El tiempo, las ganas, la ropa, el cielo, mis sábanas.
Y cada día anochece más deprisa.
Efímera, intangible y caprichosa primavera,
que tras cada amanecer parece haber más flores,
impacientes por alguien que llegue y las mime.
Y el verano, dios de los principios y diablo de los finales.
El que más dura, el que más rápido se pasa...
como todo de lo que es testigo.
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