miércoles, 20 de febrero de 2013

¿Es tan malo caer si no sabes lo que hay al fondo?

El sonido que hace la lluvia...
Sí, me recuerda a ti. Y a mi. Me recuerda al tiempo y a la duda, a la distancia y a tímidas sonrisas sin más testigos que el silencio, a la luz de una pantalla y el sonido precipitado de unas teclas en medio de la oscuridad... El sonido de la lluvia es sinónimo de lágrimas huecas, de rubores y de miedo, miedo a tus pupilas clavadas en mis pecas, al roce de tus labios sobre mi cara, a cosas que jamás pasaron... temor a perderte sin haberte tenido nunca. El sonido al chocar con la acera... fundiéndose con el asfalto, como dos enamorados que se persiguen por las grietas del suelo, jugando, libres. Ese ritmo que castiga mis oídos, haciéndome pensar en algo que nunca estuvo presente, que me obligan a abrir los ojos de repente, húmedos, tristes, llenos de desintegrada esperanza. El sonido de la lluvia, que me calma y me agita, me hace tener miedo y perderlo al instante, que me acompaña y me deja sola, en una calle llena de gente que no repara en mi presencia, y me tengo que conformar con la incomprensión mientras tenga la posibilidad de perderme en un abismo.

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